martes, 21 de abril de 2009

Manifiesto











"La amistad sólo resulta interesante y profunda en la juventud. Es evidente que con la edad lo que más se teme es que nuestros amigos nos sobrevivan”. Lo dijo Ciorán, mi pesimista de cabecera a quien siempre debo creerle. Pensar en el retiro es algo que ronda mi cabeza, a la cual, sospechosa y prematuramente le empiezan a nacer algunas canas.

No había escrito nada en esta marranada de blog justo desde que me largué de vacaciones con mis amigos a la playa. Nos fuimos a acampar, como si se tratara de mocosos en busca de la aventura extrema, pero, ¡carajo!, ya no estamos para eso.
Quienes emprendimos la ruta a Maruata tenemos trabajos un tanto miserables que sin embargo alcanzarían para comprar uno de esos paquetes turísticos que incluyen hospedaje y comida decente; sin embargo, la cúpula de adolescentes tardíos optamos por dormir resguardados por casas de campaña, comimos la peor basura que tenga memoria, bebimos el asqueroso bacacho que tantas vomitadas me provoca y lo peor es que mojamos nuestros cuerpos desnudos con líquidos reciclados de dudosísima procedencia. (Bueno, lo peor, en realidad, fue que los seis condones que cargaba en mi maleta regresaron intactos; otra vez: ¡carajo!).

Si alguien cree que estoy exagerando en mi análisis, tan sólo mire las fotos que acompañan a este manifiesto del hartazgo. Ese del suéter moradito es Salvador; aprovechó que una amiga salió a comprar más cerveza para hurtarle su prenda; bailaba de forma absurda y encima se acercaba para decirnos: “Mira, huele bien bonito, a mujer”. Lo hizo tantas veces que quise golpearlo, pero cómo lo iba a hacer si es Chavita, el Chava Rock. El que está tirado en el sillón, con el torso descubierto, responde al nombre de Luis. Suele quitarse su ramera cuando la música llega al máximo nivel, baila de todo y al final, siempre, termina tirado, semidesnudo y con una cuba en la mano.

Qué decir de Erick, el pístico, a quien el exceso de alcohol lo vuelve ídolo del pancracio y streaper; este show nudista en la playa lo dice todo; no hay más que agregar. El de la peluca de Paulina Rubio es Gil (Luis intenta besarlo y Salvador, disfrazado de conejita, mira al fondo). Ni hablar de René, caracterizado como esos engendros de Piratas del Caribe… sin palabras. Y el Maicol… el treintón del Maicol y sus actitudes de quinceañero. (ver cuento de “El Canelo" más abajo)
Lo siento amigos míos, pero me declaro incompetente para seguirme prestando a estas fiestas donde sólo hacemos el inmenso ridículo. Basta de rocanrol, basta de cumbias electrónicas. No más Hot Chip, no más Kinky ni Interpol. Llegó la hora de Stravinsky, de Williams, de Bizet, de Rossini, de Mendelssohn, de Sibelius, de Mahler.
Si aún me aprecian los espero en la terraza de un lugar elegante. Estará ahí, escuchando el Concierto para violín y orquesta No. 1 en sol menor, Op. 26 de Max Bruch, con un vino caro y una mujer madura.