miércoles, 1 de diciembre de 2010

Louis

No sólo era fuerte, valiente, arrojado, suicida. Era un verdadero héroe que cayó como los grandes, cuando una gran navaja rebanó su rostro de bronce y logró afectar los complejos circuitos con los que había sido construido.
Su nombre era Louis; un RB-200 con licencia para matar a los pocos humanos que se atrevieran a pisar aquel barrio radioactivo, infestado por mutantes apacibles quienes tan sólo pedían un poco de insectos marcianos para pasarla bien.

Aún recuerdo la noche en que Louis fue arteramente asesinado. Yo me encontraba en el bar del viejo Willie, disfrutando de algunos tragos y tocando las piernas de acero de Anna, adolescente de la vida fácil, una chica ardiente, ambiciosa y un poco tonta. Sí: tonta, como casi todas las de su planeta.

Cuando uno de los whiskies resbalaba por mi insaciable garganta, la voz del gran hermano irrumpió en las pantallas líquidas de la cantina para mostrar en vivo la persecución encabezada por Louis. Era una calle angosta, minada, sembrada con explosivos traicioneros que tronaban como el mismo cielo en época de precipitaciones pluviales. La cámara de la televisión nos regaló secuencias tridimensionales para que no perdiéramos detalle de una gesta heroica más de ese gran hombre, sin duda el más valiente del Ejército conformado para extinguir de una vez por todas a la raza responsable de que ahora no tengamos recursos naturales.

Apoyado por su motocicleta y seis armas de distinto calibre, Louis fue cazando uno a uno a los humanos que habían salido de una coladera; eran auténticas ratas en busca de comida rancia, animalejos nauseabundos aferrados a una absurda existencia; cínicos y desvergonzados, faltos de conciencia, de la más elemental memoria.

La misma Anna entró en shock cuando nuestro héroe cortó tres cabezas de un solo movimiento, utilizando una vieja guadaña con su brazo izquierdo, mientras que en la otra extremidad accionaba una poderosa metralleta para volar los sesos de esos repugnantes seres.

Eufóricos, los clientes de la cantina pedíamos más tragos, más drogas y más mujeres cibernéticas, pero todo se vino abajo cuando, por un descuido, Louis fue alcanzado por el filo de una hacha que cortó en dos su cabeza, la cual rodó por el pavimento ante el desconsuelo de todos sus fanáticos.

Una noche triste, una noche en la que todos juramos no descansar hasta extinguir, algún día, a esa escoria humana que aún sigue asomándose por las alcantarillas.

*Si quieren ver la versión audiovisual de este texto, ponchen aquí: http://vimeo.com/17369051

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